Sebastian Erras encontró en Marrakech su camino de baldosas amarillas. El fotógrafo alemán caminaba despacio por el Palacio de la Bahía. Observaba las columnas, los arcos, las bóvedas. Hasta que, de pronto, miró hacia sus pies. Posaban sobre unos cimientos espectaculares. Debajo de sus zapatos yacían unas geometrías trazadas hacía dos siglos por orden del gran visir Si Moussa.
Erras quedó impresionado y aprovechó que llevaba la cámara encima para soltar unos cuantos disparos. Metió sus pies en las fotos para mostrar que aquellas superficies tan esplendorosas no eran ni un techo ni una pared. Eran el suelo por donde los humanos arrastran las suelas de sus zapatos.
Al volver a París descubrió que en aquellos suelos también había azulejos. Erras llevaba años fotografiando los interiores de esa ciudad pero nunca los había visto. Al alemán hasta entonces le resultaban invisibles. «Empecé a ver todos esos mosaicos de colores en vestíbulos, restaurantes, galerías y cafés», recuerda. «Entonces hice lo mismo que en Marrakech. Decidí tomar fotos de los azulejos y al poco lo convertí en un proyecto en Instagram».
En mayo de 2015 el fotógrafo abrió Parisianfloors, y en un año y medio ha enamorado a casi cien mil seguidores con escenas que siempre siguen la misma estructura: azulejos que ocupan toda la imagen y un par de zapatos al pie.
Son sus zapatos y son sus pies. «Los incluyo en la imagen porque me representan. No sólo aportan una idea de la escala. También dan una sensación más personal», explica. «Mi idea es que el espectador camine a través de mis pies por todos estos suelos preciosos de la ciudad».
Ponerse en sus pies supone pegarse un paseo elegante. El alemán siempre viste pantalones oscuros y zapatos interesantes. «Podríamos decir que es mi estilo», comenta. Aunque cuando no se dispara a los pies, como hizo Froilán, utiliza zapatillas deportivas con estampados actuales por su sentido pragmático germano: «Son más cómodas para la playa y el calor del verano».
Erras empezó por París porque era lo que le pillaba más a mano. A los pocos meses la compañía de impresión digital Pixartprinting se interesó por su trabajo y se convirtió en su mecenas para que buscara más azulejos en el pavimento de otras ciudades. Desde entonces, el fotógrafo ha visitado Venecia, Londres y Barcelona.
A la Ciudad Condal llegó por la invitación de Elisabet Martínez y José Jóvena. La pareja buscaba y fotografiaba estos suelos de Barcelona desde 2014. «Suelos adictivos», como ellos los llaman. Después publicaban las imágenes en la web Tile Addiction y en una cuenta de Instagram.
El alemán aceptó. Viajó hasta Barcelona y pasó cinco días pateando sus calles y sus interiores. Desde el primer día algo le sorprendió. «En las casas de Barcelona usan mucho más los azulejos que en los pisos de otras ciudades. Hay una variedad enorme», señala. «En París, en cambio, estoy acostumbrado a verlos sólo en los vestíbulos, restaurantes o cafés. Supongo que no es sólo una cuestión de estética. También debe ser porque producen un ambiente más fresco en los veranos calurosos».
A Erras le asombró «la historia tan rica de los suelos» de Barcelona. Al caminar por sus calles, bajo sus pisadas, se iban destapando otra época y otra decoración. El fotógrafo se fue transportando a los inicios del siglo XX y a la estética que inventaron los modernistas. Aquellos burgueses que se hacían ricos con sus fábricas se cansaron de los típicos suelos cerámicos a cuadros azules y blancos, y llenaron sus casas de alfombras. Hasta que un día decidieron quitar esos tapices terrestres y pintaron los suelos como si fueran alfombras.
Los hogares barceloneses se llenaron de mosaicos de geometrías, plantas y flores. Muy pocos se atrevieron a dibujar personas o animales porque eso de ir pisando al personal da un poco de pudor.
«Lo más interesante de estos suelos es que te ayudan a descubrir una ciudad desde una perspectiva diferente», comenta Erras. «Puedes explorar una nueva versión de Barcelona y acabas visitando lugares a los que jamás irías como turista». O incluso viajar a Ciudad Esmeralda, como le ocurrió a Dorothy cuando decidió seguir el camino de baldosas amarillas.