Las vitrinas del Museo de Zoología de Barcelona acogieron en la primavera de 1989 una curiosa colección. Extraños animales disecados se mezclaban con fotografías levemente desenfocadas de inquietantes criaturas, con cartas manuscritas cuya caligrafía parecía desdibujada por el tiempo, con dibujos y anotaciones sacados de un cuaderno de campo y marcos avejentados que encerraban retratos de un desconocido naturalista de principios de siglo pasado. '¡Qué bien, poder descubrir especies desconocidas!', comentó entusiasmado un padre, que visitaba el museo con su hijo. 'Son falsas', le recriminó el niño. '¡Qué cosas dices, hijo! Estamos en un museo', sentenció el adulto. El niño estaba en lo cierto. Se trataba de Fauna, una de las primeras exposiciones del artista catalán Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), que camuflada en una de salas del museo, ponía a prueba nuestra capacidad de dudar de lo que vemos.
Casi tres décadas más tarde, este maestro del embuste como arte, cuenta satisfecho esta anécdota que consigue de forma sencilla reflejar la intención de su obra. Y lo hace mientras en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid desvela con gesto socarrón, a un grupo de periodistas, dónde se encuentra disfrazada una pequeña muestra de su serie Fauna. La muestra sirve de complemento a Joan Fontcuberta, Imago, ergo sum, la exposición retrospectiva del artista que se exhibe en la Sala de exposiciones del Canal de Isabel II, que a su vez incluye una muestra de la serie Sirenas, en el Museo Nacional de Antropología. “¡Ojo!, que yo no aspiro a engañar sino a enseñar a descubrir el engaño. Mi mayor satisfacción es cuando el público se hace cómplice de este tipo de estrategias", cuenta el fotógrafo a EL PAÍS
Agitar las conciencias en busca de un análisis crítico, retando a aquellas disciplinas que ejercen su autoridad en la representación de aquello que dan por cierto, como la ciencia, la religión o el periodismo, ha sido su propósito en sus 30 años de trayectoria. Para ello se apoya en todo tipo de recursos: vídeos, murales, carteles, esculturas, recortes de prensa, vitrinas con objetos y fotografía, a la que da un nuevo sentido en la manera que esta expuesta. "El dogma es como un virus y lo infecta todo. Yo soy un descreído y me he hecho abogado de la duda crítica", dice el autor. “Estudié Ciencias de la Información, y trabajé unos años en publicidad y en periodismo. Ambas actividades fueron escuelas de ficción y mentira, y en ambos casos la fotografía ocupaba un papel autentificador. Yo me propuse mostrar hasta qué punto el exceso de verdad fotográfica era una pura construcción cultural", continua el artista. Así, se considera un activista, convencido de que toda obra artística tiene una dimensión política y de que la única diferencia está en que en unos casos esa dimensión política es más evidente que en otros. Considera al humor –uno de sus mejores aliados en su cruzada- como una forma refinada de desesperación, y a la risa como un gran antídoto." Sema D´Acosta, comisario de la exposición, lo define como un artista conceptual, haciendo hincapié en que por encima de todo ha de valorarse el discurso de la obra. Goza de un gran reconocimiento internacional, ganador del Premio Internacional de la Fundación Hasselblad y condecorado como Caballero de la Orden de las Artes y Las Letras del Ministerio de Cultura Francés y además fue Premio Nacional de Fotografía en 1988 y de Ensayo en 2011. «Para mí la teoría es parte de la obra. Hablar del arte es hacer arte», dice el autor. En cambio, resta cualquier protagonismo al factor estético de la obra. "Es la carrocería de la imagen. ¿Qué importancia tiene para usted la carrocería de su coche?
Hace décadas que Joan Fontcuberta entendió la capacidad del fotolibro como un medio autónomo con voluntad de obra, no como compendio de obras independientes, de tal forma que está presente en todos sus proyectos. Considera curioso el auge que ha experimentado en nuestros días. “La postfotografía nos abalanza hacia lo inmaterial y contradictoriamente nos aferramos a algo físico y objetual como el libro. Tal vez sufrimos un episodio colectivo de nostalgia», explica el artista.
Joan Fontcuberta, Imago, ergo sum. Sala Canal de Isabel II, Madrid. Hasta el 27 de marzo.
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